El 10 de noviembre de 1985, el terraplén que se había construido para frenar el agua cedió, llevándose todo por delante. La tragedia no se cobró vidas y los 1500 residentes de la villa pudieron ser evacuados en 15 días. Muchos encontraron refugio en la localidad de Carhué, ciudad de cabera del partido, cuyos habitantes ayudaron con la evacuación.
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La peor parte fue cuando el agua llegó al cementerio de la ciudad. Los ataúdes empezaron a flotar. Los bomberos entraron al campo santo con gomones y rescataron a los cajones uno por uno para llevarlos a Carhué.
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La gran cantidad de sal en el agua destruyó por completo el ecosistema, por lo que su restauración es demasiado costosa. Debido a esto, es imposible reconstruir el pueblo.
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Los residentes tuvieron que rehacer su vida como pudieron. Habían perdido no solo sus pertenencias, sino toda su vida: sus amigos, sus hábitos, su hogar.
"Nos quedamos sin plata, sin casa y sin trabajo. Fue muy difícil. Se siente tristeza e impotencia porque se podría haber evitado", lamentó Ricardo Zappia, un ex habitante.
“En un principio me generaba mucha desolación pero no por haber perdido la casa, no pasa por las paredes. Pasa por nuestra identidad, nuestras raíces, era nuestro lugar en el mundo” expresó Viviana, otra ex habitante y guía turística.
Algunos se quedaron en casas de familiares o se mudaron a otras ciudades, pero muchos otros tuvieron que alojarse en salones o escuelas de Carhué, hasta que en 1988 se aplicó el Plan de Construcción de viviendas del Barrio Obrero y se construyó un barrio para alojarlos, aunque este era muy precario.
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El gobierno también ofreció otorgar a los residentes el 50 % del valor fiscal de sus propiedades, un monto ridículamente pequeño, por lo que muchos le hicieron juicio al gobierno provincial, y los que pudieron esperar recibieron lo que les correspondía, pero 15 años después.
Viviana contó su experiencia: “Resiliencia es la palabra que describe todo. Venimos de una cultura del trabajo y de generar cosas, es lo que me enseñaron mis padres. A salir adelante ante cualquier circunstancia. Teníamos que cocinar arriba de un calentador y hacíamos arroz y de vez en cuando le agregábamos alguna salchicha o un pedazo de carne”.
La comunidad se dispersó y muchos no volvieron a verse. Para otros, en especial los ancianos, el impacto psicológico fue tan grande que se enfermaron o murieron de tristeza años después, pues a esa edad es muy complicado volver a empezar.
Tiempo más tarde, con ayuda de las obras hidráulicas, el agua retrocedió y el pueblo emergió nuevamente, por lo que algunos ex habitantes volvieron a ver sus antiguos hogares.
“Los que vuelven van a ver su casa. De la mía solo hay restos. Están todas identificadas. Me pasa que cuando camino por las calles, siento los olores, sonidos, recuerdo cómo estaba cada cosa. Es mi lugar en el mundo y de alguna forma, para mí está vivo” afirmó Viviana.
“Parece una ciudad bombardeada” recalcó otra ex residente.
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Como han reiterado varios ex habitantes, solo les queda seguir adelante. “Tenemos superpoblación de turistas que lo mantienen con vida. Queremos mostrarle al mundo que estamos vivos y que esto se puede disfrutar. Incluso tuvimos recitales, música, grabaciones de distintas producciones. La gente de Epecuén sufrió mucho la inundación pero resurgimos como el ave fénix” sostuvo Viviana. “Mientras el último habitante de Epecuén esté con vida, Epecuén va a seguir vivo. No hay que recordarlo con tristeza, ya sufrimos demasiado, hay que tomarlo como un ejemplo y como fortaleza”.
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Fuentes consultadas:
https://www.clarin.com/viajes/epecuen-pueblo-fantasma-resurge-fondo-laguna_0_jttW4y1JQ.html
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